Por generaciones, hemos visto la iglesia como un lugar al que vamos: un edificio, un espacio, algo tangible. Pero… ¿y si todo este tiempo hemos estado viendo solo una sombra de lo que realmente es? ¿Qué si la iglesia nunca fue concebida como un lugar físico? Tal vez es momento de volver a mirar, de hacer a un lado lo que creemos, de redescubrir lo que siempre estuvo ahí… esperando.
Cuando Jesús habló de su ekklesia (lo que hoy llamamos iglesia), no se refería a un edificio ni a una institución. Hablaba de un movimiento de personas dispuestas a transformar el mundo con su mensaje. No es solo una historia del pasado. Es una invitación para cualquiera que desee empezar de nuevo, dejar atrás lo que pesa y sumarse a algo más grande que uno mismo.
Piensa en ese día en que llegaste por primera vez a la iglesia. No sabías exactamente qué esperar, pero alguien te recibió con una sonrisa. Y, desde entonces, has encontrado una comunidad que ha estado ahí para ti.
¿Te consideras una persona que ora? Para muchos, la oración es ese grito desesperado cuando todo se está desmoronando. Pero ¿y si las oraciones más poderosas no se trataran de nosotros? Descubramos juntos una manera en la que nuestras oraciones sean más valientes.